Nos asombraría saber cuántas veces en nuestra vida
decimos “ojalá hubiese”.
Ojalá hubiese actuado de otro modo. Ojalá no hubiese
dicho aquello. Ojalá me hubiese comportado con menos egoísmo. Ojalá hubiese
dado aqué paso…
Lo malo que tiene la frase “ojalá hubiese” es que
no cambia nada. El que piensa así permanece con la atención obsesivamente fija
en un punto equivocado, y mira siempre atrás en vez de adelante. Esto constituye
una lamentable pérdida de tiempo, y si se convierte en un hábito puede constituir
un verdadero obstáculo, una excusa para abandonar la lucha definitivamente.
Cuando nos lamentamos de cosas del pasado no
estamos aprendiendo de la experiencia porque en ningún momento dejamos de
hablar del pasado. No mencionamos el futuro.
El remedio es sencillo, aunque complicado al mismo
tiempo, ya que implica cambiar nuestro punto de vista, cambiar las palabras
clave por otras que nos sirvan de estímulo y que no constituyan una carga. Por ejemplo:
“la próxima vez”.
Si usamos ésta frase significa que hemos decidido
aprovechar la lección que nos ha dado la experiencia, por triste o dolorosa que
haya sido, y que nos proponemos seguir adelante tomando alguna medida para
cambiar nuestro destino.
En definitiva, recomenzaremos nuestra vida.
Pero, eso sí, tenemos que aplicar éste sistema a
las cosas que todavía tienen remedio ya que, algunas veces, éstas palabras se
usan cuando ya es demasiado tarde para remediar nada.
¿Lo intentamos?
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