El
rey estaba enamorado de Sabrina: una mujer de baja condición a la que el rey
había hecho su última esposa.
Una
tarde, mientras el rey estaba de cacería, llegó un mensajero para avisar que la
madre de Sabina estaba enferma. Pese a que existía la prohibición de usar el
carruaje personal del rey (falta que era pagada con la cabeza), Sabrina subió
al carruaje y corrió junto a su madre.
A
su regreso, el rey fue informado de la situación.
-¿No
es maravillosa?-dijo-Esto es verdaderamente amor filial. No le importó su vida
para cuidar a su madre!! Es maravillosa!
Cierto
día, mientras Sabrina estaba sentada en el jardín del palacio comiendo fruta,
llegó el rey. La princesa lo saludó y luego le dio un mordisco al último
durazno que quedaba en la canasta.
-¡Parecen
ricos!-dijo el rey.
-Lo
son- dijo la princesa y alargando la mano le cedió a su amado el último
durazno.
-¡Cuánto
me ama!-comentó después el rey-, Renunció a su propio placer, para darme el
último durazno de la canasta.¿no es fantástica?
Pasaron
algunos años y vaya a saber por qué, el amor y la pasión desaparecieron del
corazón del rey.
Sentado
con su amigo más confidente, le decía:
-Nunca
se portó como una reina…¿acaso no desafió mi investidura usando mi carruaje? Es
más, recuerdo que un día me dio a comer una fruta mordida.
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