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jueves, 13 de abril de 2017

Reflexiones




Cualquiera puede enfadarse, eso es algo muy sencillo. Pero enfadarse con la persona adecuada, en el grado exacto, en el momento oportuno, con el propósito justo y del modo correcto, eso, ciertamente, no resulta tan sencillo. – Aristóteles.


Creo que a todo el mundo nos ha pasado que tenemos un mal día en el trabajo, con los hijos, con la pareja o con alguien en la cola del supermercado y en lugar de enfadarnos con ésa persona en concreto, nos lo quedamos dentro y estallamos con la persona menos indicada y en el peor momento.

Por ejemplo, tienes una discusión con un compañero de trabajo. Llegas a casa y tu hija te dice que para merendar no quiere lo que le has dado, quiere otra cosa. Y, de repente, estalla toda la rabia que se lleva dentro y, puede que hasta castigues a la niña que, realmente, no ha hecho nada tan grave.

En cuanto el momento de explosión pasa y nos calmamos, nos sentimos culpables por lo que hemos hecho.

Algo parecido nos ha pasado a todos en algún momento de nuestra vida. Las diferencias están en lo que hacemos cuando nos damos cuenta de lo que hemos hecho. Según mi opinión y experiencia, lo mejor es disculparse con la persona con la que hemos descargado nuestro enfado, aunque sea un niño. De ésta forma le enseñamos además que todos tenemos enfados y malos momentos, pero que siempre podemos pedir perdón e intentar arreglarlo.

Hay que aprender de todo lo que nos pasa. Todo son lecciones, solamente tenemos que saber aprender de ellas.

¿Os ha pasado algo así? ¿Qué habéis hecho?

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