Cualquiera puede enfadarse, eso es algo muy
sencillo. Pero enfadarse con la persona adecuada, en el grado exacto, en el
momento oportuno, con el propósito justo y del modo correcto, eso, ciertamente,
no resulta tan sencillo. – Aristóteles.
Creo que a todo el mundo nos ha pasado que tenemos
un mal día en el trabajo, con los hijos, con la pareja o con alguien en la cola
del supermercado y en lugar de enfadarnos con ésa persona en concreto, nos lo
quedamos dentro y estallamos con la persona menos indicada y en el peor momento.
Por ejemplo, tienes una discusión con un compañero
de trabajo. Llegas a casa y tu hija te dice que para merendar no quiere lo que
le has dado, quiere otra cosa. Y, de repente, estalla toda la rabia que se
lleva dentro y, puede que hasta castigues a la niña que, realmente, no ha hecho
nada tan grave.
En cuanto el momento de explosión pasa y nos
calmamos, nos sentimos culpables por lo que hemos hecho.
Algo parecido nos ha pasado a todos en algún
momento de nuestra vida. Las diferencias están en lo que hacemos cuando nos
damos cuenta de lo que hemos hecho. Según mi opinión y experiencia, lo mejor es
disculparse con la persona con la que hemos descargado nuestro enfado, aunque
sea un niño. De ésta forma le enseñamos además que todos tenemos enfados y
malos momentos, pero que siempre podemos pedir perdón e intentar arreglarlo.
Hay que aprender de todo lo que nos pasa. Todo son
lecciones, solamente tenemos que saber aprender de ellas.
¿Os ha pasado algo así? ¿Qué habéis hecho?
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