El despertador sonó a la hora de
siempre. Era un día normal.
Se duchó como siempre. Era un día
normal.
Preparó el desayuno, su café con
leche de siempre. Era un día normal.
Se vistió y se maquilló para irse
al trabajo, como siempre. Era un día normal.
De pronto, empezó a llorar. Lloró
como si nunca hubiese llorado antes, como si todas las lágrimas del universo
estuviesen saliendo por sus ojos. Lloraba porque sabía que no era un día
normal.
En lo más profundo de su alma y
de su mente sabía que ese no era un día como los demás. Era el día en el que
había tomado una decisión. Una decisión dura, mucho.
Llevaban juntos, ¿cuánto? Casi 10
años ya. Primero novios, luego viviendo juntos. Eran una pareja ideal según su
madre, según su suegra, según sus amigos…según todo el mundo que los conocía. Pero
no sabían, nadie, lo que pasaba cuando estaban solamente ellos dos.
Y ese mismo día, en ese instante
en que se miraba al espejo intentando tapar por centésima vez un moratón de la
cara, justo en ese minuto de su vida se dio cuenta de que ni su cuerpo ni su
alma aguantaban más. Más golpes, más empujones, más insultos, mas sentir que no
era nada, que no valía nada.
Y empezó a coger todas sus cosas
y echarlas en la maleta.
Y empezó a recordar la primera
vez que el le dio un bofetón. Había tenido problemas en el trabajo y estaba
estresado, pensó, se justificó.
Llorando se lo contó a su madre y
ella le dijo que los hombres eran así, que había que intentar que estuviesen
contentos. Y ella aguantó, y comprendió e intentó que estuviese contento, pero
siempre pasaba algo: el trabajo, los amigos, el futbol, los políticos, la cena
fría, siempre había una excusa.
Y ella solo pensaba ¿Pero que
pasa con mi felicidad?
Intentó imaginar que sería de su
vida a partir de ese momento y solamente podía sonreír. Sonreír como no lo había
hecho hacía mucho tiempo.
Realmente no sabía donde iría,
pero no le importaba, no le importaba en lo más mínimo.
Cuando cruzó la puerta hacia la
calle no miró hacia atrás ni un solo segundo, solamente miraba hacia delante,
hacia el futuro. Un futuro feliz y sin maltratos.
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