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sábado, 30 de septiembre de 2017

Un pequeño paso para el hombre



Algunas veces me parece increíble como algunas cosas que son increíbles las tomamos como normales. Por ejemplo, cada vez que se manda un cochete al espacio a mi me sigue sobrecogiendo lo difícil que es fabricar el cochete, preparar a los astronautas, etc, etc.

La primera vez que el hombre salió al espacio fue un acontecimiento que paralizó al mundo. La primera vez que llegaron a la luna todavía fue mayor el impacto en la gente. Sin embargo, ahora mismo, ni siquiera nos importa cuando hay algún vuelo tripulado fuera de nuestra atmósfera. Lo hemos normalizado tanto que nos da igual, no nos enteramos tan siquiera.
Yo quisiera recuperar un poco ése sentimiento de asombro contando como fue el primer viaje a la luna.

Era el miércoles 16 de julio de 1969 y el doctor Wernher von Braun tenía una agenda muy apretada. Al cabo de unas horas el cohete Saturno impulsaría un vehículo espacial con la altura de 36 pisos desde la rampa de lanzamiento en el centro espacial de Cabo Kennedy, y en ella irían los primeros hombres fuera de éste mundo para posarse en la luna.

En ésos momentos el hombre más importante del centro espacial era Rocco Petrone, director del lanzamiento. Segundo a segundo, Rocco y su equipo comprobaban los sistemas del Apolo XI, incluyendo los depósitos de combustible con 2.200 toneladas de hidrógeno y oxígeno líquidos.
La potencia del cohete procedía de las tres fases de impulsión del Saturno, una encima de otra, que suponían mas de las tres cuartas partes de la altura total. En el disparo, los cinco motores de la primera fase golpearían la rampa con sus 1.050.000 kilos por segundo de impulso, equivalentes a 160 millones de caballos. En la primera detonación, que duraría dos minutos y cuarenta segundos, los cinco motores consumirían 2.116.825 litros de oxígeno líquido y queroseno, unos 13.000 litros por segundo.
Los últimos metros del cochete estaban compuestos por varios módulos. El primero era el módulo lunar, el Aguila, que llevaría a Armstrong y Aldrin a la superficie de la luna mientras Collins espera en el interior del cohete. Encima el módulo Columbia, conjunto de módulo de servicio y mando. Y, por último, el sistema de escape.

La tripulación del Apolo ya estaba a bordo comprobando los sistemas de comunicaciones con tierra.
Comenzó la secuencia automática. La voz oficial de control emprendió la cuenta atrás final: 10… 9… 8… y todos los que se hallaban en la sala contuvieron el aliento.
Llamas rojas y anaranjadas surgiern de los motores y lentamente el enorme cohete empezó a alzarse.

Once segundos después de que el cohete abandonara la rampa de lanzamiento de Florida, el contros se trasladó a 1.400 Km al oeste, al Centro de Naves Espaciales Tripulada en Texas, a 35 km al sur de Houston.
Doce minutos después del lanzamiento el Apolo XI entró en una órbita terrestre donde permaneció por espacio de dos horas y media.
A las doce y dieciséis minutos de la tarde empezó la tercera fase impulsando el cohete a una trayectoria lunar 




Neil Armstrong en la foto.

Durante la undécima vuelta en torno a la luna, Aldrin y Armstrong se pusieron sus trajes espaciales y se arrastraron por un túnel para efectuar una última inspección del módulo lunar.
Poco después el Aguila comenzó el descenso. El piloto automático que debía guiarlos a la zona de aterrizaje en el Mar de la Tranquilidad tuvo que ser inactivado. La nave descendía hacia la luna haciendo un arco. Arsmstrong dejó que la nave se fuera colocando mientras levantaba nubes de polvo al alcanzar los doce metros sbre la superficie. Finalmente se posaron: “El Aguila ha aterrizado”. Era el 20 de julio.


Unas horas después, Armstrong, desde el peldaño inferior de la escala exterior adelantó su pié izquierdo y dejó la primera pisada humana en la luna mientras decía la famosa frase: “Es un pequeño paso para el hombre, pero uno salto gigante para la humanidad”. Luego se permitió echar una larga mirada al desolado paisaje que le rodeaba y dijo: “Tiene una pura y peculiar belleza. Se parece a las zonas desérticas de los Estados Unidos. Es diferente, pero bello.”

Aldrin salió del módulo lunas veinte minutos después y sus palabras fueron: “Maravilloso, maravilloso”. 

Cuando estuvieron juntos descubrieron una placa que decía: “Aquí, hombres del planeta tierra pisaron por primera vez la luna. Julio de 1969. Vinimos en paz para toda la humanidad.” Luego plantaron la bandera.



Dos horas y media después de la salida de Armstrong, volvieron al módulo lunar y cerraron la escotilla. Una vez dentro se dispusieron a comer y descansar mientras esperaban la hora precisa para el despegue y acople al módulo de mando.

El 22 de julio la nave emprendió el regreso hacia la Tierra. El viaje terminó el 24 de julio a bordo del portaaviones Hornet, a 1.900 km al sudoeste de Hawai.

Los astronautas dejaron en la luna mensajes de buena voluntad de 73 jefes de estado, una plaza de metal, una bandera de los Estados Unidos y cinco medallas de honor como homenaje a los astronautas soviéticos y norteamericanos que habían perecido hasta ése momento. Los mensajes de los jefes de estado fueron reducidos a una doscentésima parte de su tamaño original y grabados en un disco de silicona en cuyo borde figura la inscripción “Del planeta Tierra, julio 1969”.

Sus alimentos eran principalmente productos congelados y deshidratados. Los ingredientes para los bocadillos vienen en tubos, pero usaron pan de tamaño normal. Para cocinar su comida, el astronauta saca el plato de que se trate, envuelto en aluminio, de la despensa y corta la cuerda a la que están sujetos todos los alimentos, le echa un poco de agua caliente con una jeringa especial y amasa el paquete para reconstituir el alimento. Luego se puede comer con cuchara.

En la parte posterior de cada asiento hay una especie de hamaca que puede albergar a un astronauta dormido e impedirle vagar a la deriva por el interior de la cápsula.

Para orinar, los tripulantes usan un tubo flexible, de dos metros y medio de largo que termina en una válvula sumidero exterior en la pared del módulo de mando. Los fluidos se congelan instantáneamente en el espacio.
Antes de que el astronauta se enfunda en el traje duro se pone una especie de pañal y confía en no tener que usarlo.

Para defecar en la nave se colocan en las nalgas una bolsa adhesiva de plástico, equipada con papel higiénico y un tejido humedecido. Al terminar se echa un germicida en la bolsa, la cual es sellada y luego almacenada en un recipiente de alimentos vacío para su análisis en la tierra.

El módulo lunar no tiene válvula exterior por lo que la orina era conservada en bolsas. Los astronautas recibieron instrucciones de abandonar todo lo que pudieran a fin de aligerar el módulo para despegar de la luna, así que abandonaron las bolsas de orina allí.

El Apolo Guidance Computer como se llamó el ordenador que controlaba el cohete era unas siete veces menos potente que un Smartphone actual. Ni tan siquiera era multitarea. Para que ejecutase las acciones, los astronautas debían de instroducir comandos que combinaban números y verbos.

Como podéis ver la tecnología usada era muy inferior a la que existe actualmente, con lo cual no tuvo que ser nada fácil llegar a la luna y volver sanos y salvos.

Bravo por ellos y por todos los que les siguieron.




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