Algunas veces me parece increíble como algunas
cosas que son increíbles las tomamos como normales. Por ejemplo, cada vez que
se manda un cochete al espacio a mi me sigue sobrecogiendo lo difícil que es
fabricar el cochete, preparar a los astronautas, etc, etc.
La primera vez que el hombre salió al espacio fue
un acontecimiento que paralizó al mundo. La primera vez que llegaron a la luna
todavía fue mayor el impacto en la gente. Sin embargo, ahora mismo, ni siquiera
nos importa cuando hay algún vuelo tripulado fuera de nuestra atmósfera. Lo
hemos normalizado tanto que nos da igual, no nos enteramos tan siquiera.
Yo quisiera recuperar un poco ése sentimiento de
asombro contando como fue el primer viaje a la luna.
Era el miércoles 16 de julio de 1969 y el doctor
Wernher von Braun tenía una agenda muy apretada. Al cabo de unas horas el cohete
Saturno impulsaría un vehículo espacial con la altura de 36 pisos desde la
rampa de lanzamiento en el centro espacial de Cabo Kennedy, y en ella irían los
primeros hombres fuera de éste mundo para posarse en la luna.
En ésos momentos el hombre más importante del
centro espacial era Rocco Petrone, director del lanzamiento. Segundo a segundo,
Rocco y su equipo comprobaban los sistemas del Apolo XI, incluyendo los
depósitos de combustible con 2.200 toneladas de hidrógeno y oxígeno líquidos.
La potencia del cohete procedía de las tres fases
de impulsión del Saturno, una encima de otra, que suponían mas de las tres
cuartas partes de la altura total. En el disparo, los cinco motores de la
primera fase golpearían la rampa con sus 1.050.000 kilos por segundo de impulso,
equivalentes a 160 millones de caballos. En la primera detonación, que duraría
dos minutos y cuarenta segundos, los cinco motores consumirían 2.116.825 litros
de oxígeno líquido y queroseno, unos 13.000 litros por segundo.
Los últimos metros del cochete estaban compuestos
por varios módulos. El primero era el módulo lunar, el Aguila, que llevaría a
Armstrong y Aldrin a la superficie de la luna mientras Collins espera en el
interior del cohete. Encima el módulo Columbia, conjunto de módulo de servicio
y mando. Y, por último, el sistema de escape.
La tripulación del Apolo ya estaba a bordo
comprobando los sistemas de comunicaciones con tierra.
Comenzó la secuencia automática. La voz oficial de
control emprendió la cuenta atrás final: 10… 9… 8… y todos los que se hallaban
en la sala contuvieron el aliento.
Llamas rojas y anaranjadas surgiern de los motores
y lentamente el enorme cohete empezó a alzarse.
Once segundos después de que el cohete abandonara
la rampa de lanzamiento de Florida, el contros se trasladó a 1.400 Km al oeste,
al Centro de Naves Espaciales Tripulada en Texas, a 35 km al sur de Houston.
Doce minutos después del lanzamiento el Apolo XI
entró en una órbita terrestre donde permaneció por espacio de dos horas y
media.
A las doce y dieciséis minutos de la tarde empezó
la tercera fase impulsando el cohete a una trayectoria lunar
Neil Armstrong en la foto.
Durante la undécima vuelta en torno a la luna,
Aldrin y Armstrong se pusieron sus trajes espaciales y se arrastraron por un
túnel para efectuar una última inspección del módulo lunar.
Poco después el Aguila comenzó el descenso. El
piloto automático que debía guiarlos a la zona de aterrizaje en el Mar de la
Tranquilidad tuvo que ser inactivado. La nave descendía hacia la luna haciendo
un arco. Arsmstrong dejó que la nave se fuera colocando mientras levantaba
nubes de polvo al alcanzar los doce metros sbre la superficie. Finalmente se
posaron: “El Aguila ha aterrizado”. Era el 20 de julio.
Unas horas después, Armstrong, desde el peldaño
inferior de la escala exterior adelantó su pié izquierdo y dejó la primera
pisada humana en la luna mientras decía la famosa frase: “Es un pequeño paso
para el hombre, pero uno salto gigante para la humanidad”. Luego se permitió
echar una larga mirada al desolado paisaje que le rodeaba y dijo: “Tiene una
pura y peculiar belleza. Se parece a las zonas desérticas de los Estados
Unidos. Es diferente, pero bello.”
Aldrin salió del módulo lunas veinte minutos
después y sus palabras fueron: “Maravilloso, maravilloso”.
Cuando estuvieron juntos descubrieron una placa
que decía: “Aquí, hombres del planeta tierra pisaron por primera vez la luna.
Julio de 1969. Vinimos en paz para toda la humanidad.” Luego plantaron la
bandera.
Dos horas y media después de la salida de
Armstrong, volvieron al módulo lunar y cerraron la escotilla. Una vez dentro se
dispusieron a comer y descansar mientras esperaban la hora precisa para el
despegue y acople al módulo de mando.
El 22 de julio la nave emprendió el regreso hacia
la Tierra. El viaje terminó el 24 de julio a bordo del portaaviones Hornet, a
1.900 km al sudoeste de Hawai.
Los astronautas dejaron en la luna mensajes de
buena voluntad de 73 jefes de estado, una plaza de metal, una bandera de los
Estados Unidos y cinco medallas de honor como homenaje a los astronautas
soviéticos y norteamericanos que habían perecido hasta ése momento. Los
mensajes de los jefes de estado fueron reducidos a una doscentésima parte de su
tamaño original y grabados en un disco de silicona en cuyo borde figura la
inscripción “Del planeta Tierra, julio 1969”.
Sus alimentos eran principalmente productos
congelados y deshidratados. Los ingredientes para los bocadillos vienen en
tubos, pero usaron pan de tamaño normal. Para cocinar su comida, el astronauta saca
el plato de que se trate, envuelto en aluminio, de la despensa y corta la
cuerda a la que están sujetos todos los alimentos, le echa un poco de agua
caliente con una jeringa especial y amasa el paquete para reconstituir el
alimento. Luego se puede comer con cuchara.
En la parte posterior de cada asiento hay una
especie de hamaca que puede albergar a un astronauta dormido e impedirle vagar
a la deriva por el interior de la cápsula.
Para orinar, los tripulantes usan un tubo
flexible, de dos metros y medio de largo que termina en una válvula sumidero
exterior en la pared del módulo de mando. Los fluidos se congelan
instantáneamente en el espacio.
Antes de que el astronauta se enfunda en el traje
duro se pone una especie de pañal y confía en no tener que usarlo.
Para defecar en la nave se colocan en las nalgas
una bolsa adhesiva de plástico, equipada con papel higiénico y un tejido
humedecido. Al terminar se echa un germicida en la bolsa, la cual es sellada y
luego almacenada en un recipiente de alimentos vacío para su análisis en la
tierra.
El módulo lunar no tiene válvula exterior por lo
que la orina era conservada en bolsas. Los astronautas recibieron instrucciones
de abandonar todo lo que pudieran a fin de aligerar el módulo para despegar de
la luna, así que abandonaron las bolsas de orina allí.
El Apolo Guidance Computer como se llamó el
ordenador que controlaba el cohete era unas siete veces menos potente que un
Smartphone actual. Ni tan siquiera era multitarea. Para que ejecutase las
acciones, los astronautas debían de instroducir comandos que combinaban números
y verbos.
Como podéis ver la tecnología usada era muy
inferior a la que existe actualmente, con lo cual no tuvo que ser nada fácil
llegar a la luna y volver sanos y salvos.
Bravo por ellos y por todos los que les siguieron.